Aprendizaje cooperativo. Qué es y qué no es. Buenas prácticas.
Entre las no pocas técnicas de aprendizaje que se han comentado en el máster se encuentra el aprendizaje cooperativo. Posiblemente esto ya resulte conocido para buena parte de la clase, pero no está de más profundizar un poco y concretar en qué consiste. Es una técnica que, desde luego, no se utilizaba (ni utiliza) en el centro en el que yo estudié (hace no mucho tiempo). Sin embargo, un colegio cercano a mi lugar de residencia lo utiliza como sistema básico de trabajo (con buenos resultados, según mi parecer).
¿Qué es aprendizaje cooperativo?
Para comenzar con el asunto, sería conveniente dejar claro qué es y qué no es aprendizaje cooperativo. Se trata de una técnica de aprendizaje que se basa fundamentalmente en el trabajo en equipo, donde los alumnos han de alcanzar unos objetivos comunes. Para ello, además, tienen que cumplir sus objetivos propios dentro del grupo. De este modo, el grupo únicamente puede tener éxito si lo tiene cada uno de sus integrantes.
Las características concretas del aprendizaje cooperativo son las siguientes:
- Interdependencia positiva. Se desarrolla un sentimiento de necesidad hacia el trabajo de los demás. Los alumnos perciben que no pueden tener éxito a menos que cada uno de ellos alcance sus propios objetivos.
- La interacción se da cara a cara. Es necesario que los alumnos trabajen entre todos, de modo que se comparten conocimientos y recursos.
- Responsabilidad individual. Cada miembro ha de asumir la responsabilidad de conseguir las metas que le han sido asignadas, de modo que el grupo pueda cumplir los objetivos. Cada integrante del grupo se siente responsable del resultado final.
- Habilidades sociales, que son necesarias para el buen funcionamiento del grupo.
- Autoevaluación del grupo, que facilita a los alumnos ser conscientes de la calidad del trabajo realizado.
¿Qué cosas se consiguen?
Por lo tanto, al utilizar este tipo de aprendizaje se desarrollan aptitudes concretas en los alumnos. Por ejemplo, los alumnos aprenden a buscar información en distintas fuentes, seleccionarla, organizarla y valorarla. Aprenden a aplicar la información adquirida a casos prácticos y a situaciones reales.
Este tipo de trabajo también fomenta la resolución creativa de problemas gracias al diálogo. Además, para dialogar, es necesario que sean capaces de resumir y sintetizar la información. Por último, los alumnos también interpretan diferentes roles dentro del grupo, pues cada uno ha de tener asignada una tarea concreta con respecto a la organización del trabajo (además de sus propios objetivos), (Apocada, 2006).
Suena bien pero no es un camino de rosas
Es evidente que el trabajo cooperativo permite que se desarrollen aptitudes que difícilmente lo harían al usar otros métodos, como el trabajo individual. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta que este tipo de actividades requieren una planificación considerable por parte del docente, al contrario de lo que podría parecer.
En el papel del profesor recaen tareas como estudiar el comportamiento de los alumnos y los roles que cada uno de ellos desempeña dentro del aula, con el fin de poder elaborar los grupos de la forma idónea. Estos deben contener alrededor de cuatro alumnos, pero no menos de tres ni más de seis (pues les dificultaría enormemente la coordinación). El profesor ha de preparar el material que se vaya a utilizar, ha de especificar los objetivos de cada grupo y de cada alumno, distribuir los roles de cada alumno, establecer unas pautas de trabajo y conducta, etc.
Por otro lado, la evaluación no recae únicamente sobre los alumnos (por medio de la autoevaluación y de la coevaluación). Mientras está teniendo lugar la actividad, el docente debe observar el modo de trabajar de los alumnos, la manera en la que se desenvuelven, su actitud ante el trabajo, la calidad del aprendizaje… En definitiva, el funcionamiento de los grupos.
El aprendizaje cooperativo no solo sirve para desarrollar aptitudes sociales (o no debería servir solo para ello) que faciliten el trabajo con los compañeros. También se deben evaluar los resultados y el aprendizaje en general. Para esto, debe tenerse en cuenta tanto el trabajo individual (por medio de preguntas abiertas o cuestionarios tipo test, por ejemplo) como el trabajo grupal (p. ej., entregando o exponiendo el resultado del trabajo conjunto).
Es conveniente concretar los criterios para el éxito, de modo que los alumnos sepan exactamente qué se va a tener en cuenta a la hora de evaluar su trabajo.
Pero... Hay muchos tipos de aprendizaje. ¿En qué se diferencian unas de otras?
Una vez detallado en qué consiste el aprendizaje cooperativo, cómo se pone en práctica y qué tareas debe desempeñar el docente, conviene mencionar las diferencias con otros tipos de aprendizaje.
Es frecuente hablar indistintamente de aprendizaje cooperativo y aprendizaje colaborativo (de hecho, según el autor, existen o no diferencias entre ambos). El trabajo cooperativo necesita una estructuración importante por parte del docente, mientras que el colaborativo requiere mucha autonomía en los alumnos y poca estructuración por parte del profesor (Zañartu, 2000). Por ende, la diferencia entre ambos radica en el grado de estructura de la tarea y de las interacciones entre los alumnos.
Una técnica de aprendizaje (más tradicional, la verdad sea dicha -aunque no por ello va a ser una técnica desfasada o poco productiva-) es el aprendizaje individual. En este tipo de aprendizaje, el alumno se centra en realizar su tarea para conseguir los resultados previstos a nivel individual.
Por otro lado, el aprendizaje competitivo es otra técnica, que se basa en que los estudiantes compitan entre sí para lograr los objetivos, de modo que un estudiante los alcanza solo si los demás no lo logran.
En contraposición a estos dos últimos, en el aprendizaje cooperativo solo se alcanzan los objetivos si cada miembro del equipo consigue los suyos: el equipo necesita el trabajo y el conocimiento de todos los miembros; el beneficio del grupo es también el de uno mismo.
Debe tenerse en cuenta que no siempre va a ser más eficaz el aprendizaje cooperativo: cada tipo de aprendizaje se adecua mejor a unas situaciones u otras. La elección de una u otra debe depender de las habilidades y competencias que se quieren fomentar y de la actividad propuesta (Prieto, 2007).
Nada como unas buenas prácticas para rematar
Con estas ideas claras, se puede abordar la parte referente a las buenas prácticas en aprendizaje cooperativo. Pero, de nuevo, se torna necesario aclarar en qué consiste una buena práctica. Este concepto no se remite al significado ordinario. De hecho, no es solo una práctica que sea considerada buena por su autor. La UNESCO define las cualidades que debe tener una actividad para ser considerada una buena práctica: ha de ser innovadora (eso nos suena; aportar soluciones creativas o nuevas), efectiva (provocar un impacto positivo), duradera (capaz de mantenerse en el tiempo) y replicable.
La difusión de tales es un acto productivo, entre otras cosas porque, de ese modo, se promueven las soluciones innovadoras y exitosas. Así que vamos a ello.
El centro en cuestión, mencionado al principio del tema, está ubicado en el municipio de Valdemoro (Madrid).
Por fuera, probablemente parecerá un centro como cualquier otro, con sus dos o tres edificios, unas canchas de baloncesto para los recreos, etc. Sin embargo, las aulas de Educación Secundaria y Bachillerato atienden a una disposición un tanto peculiar de las mesas de los alumnos (un tanto peculiar, si uno se fija en buena parte de los centros de Madrid): las mesas no están orientadas hacia el profesor, separadas y formando filas; se disponen formando grupos. Esto es, las mesas juntas de cuatro en cuatro, formando cuadrados. Así, los alumnos tienen más accesible el trabajo cooperativo.
Los docentes, con tremenda frecuencia, mandan hacer trabajos conjuntos, de modo que cada grupo de alumnos tenga que cooperar para tener éxito en la tarea. Además, el éxito de esta solo se puede dar con la participación conjunta de todos los miembros del grupo.
Sin embargo, como se comenta con anterioridad, no es aconsejable mantener siempre el mismo método de aprendizaje. Este centro en cuestión lo tiene claro. Cierto es que el grueso del trabajo se hace de forma cooperativa, pero también se añaden explicaciones por parte del docente con frecuencia. Además, el profesor permanece cercano a los distintos grupos, siguiendo su actividad y sirviendo de apoyo.
En definitiva, el aprendizaje cooperativo es una técnica que todo docente que se precie debe conocer. Tal vez no aplicar, pero sí conocer (pues, como se dijo más arriba, no es cuestión de utilizar una única herramienta para todas las situaciones).
Blibliografía
Servicio de Innovación Educativa (UPM), "Guías Rápidas sobre nuevas metodologías", (2008)
Apocada, P., "Estudio y Trabajo en grupo. Metodologías de enseñanza y aprendizaje para el desarrollo de competencias", Alianza Universidad, 169-190, (2006)
Blibliografía
Servicio de Innovación Educativa (UPM), "Guías Rápidas sobre nuevas metodologías", (2008)
Apocada, P., "Estudio y Trabajo en grupo. Metodologías de enseñanza y aprendizaje para el desarrollo de competencias", Alianza Universidad, 169-190, (2006)
Zañartu L., "Aprendizaje colaborativo: una nueva forma de diálogo interpersonal y en red", Revista Digital en Educación y Nuevas Tecnologías, (2000)
Prieto L., "El aprendizaje cooperativo", Educar, (2005)
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, "Sobre el concepto de Buena Práctica"
Prieto L., "El aprendizaje cooperativo", Educar, (2005)
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, "Sobre el concepto de Buena Práctica"
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